Capítulo 1 El Azul Maya en Mesoamérica

4 El empleo de los colores en el mundo prehispánico

Este capítulo analiza cómo aprendieron los indígenas las técnicas  que les permitieron realizar obras de una gran belleza y extrema dificultad técnica. La enseñanza estaba, por supuesto, íntimamente ligada a la religión y a las clases sociales. La elección de colores para vestimentas o figuras divinas no era fortuita y la gama cromática de colores firmes y brillantes seguía una serie de reglas estrictas. De nuevo se revisan las descripciones de los cronistas y se visita el Calmécac para comprender la naturaleza del individuo que utilizaba los colores en el mundo prehispánico.

A continuación se incluyen algunos párrafos del capitulo.

En tal mundo multicolor había, si se juzga por las opiniones de algunos historiadores del siglo XVI - como fray Bernardino de Sahagún, fray Diego Durán y fray Toribio Motolinía, por ejemplo-, ciertas restricciones que debían acatar rigurosamente todas las clases sociales. Un hombre sin méritos militares no podía atreverse a utilizar determinados vestidos, insignias y colores porque lo tenía prohibido y la contravención era castigada. Además, dentro del mismo estamento también había distinciones obligatorias. Todavía eran más rigurosas las costumbres establecidas por el gobernante supremo; su atuendo, después de las figuras de los dioses, era el que más colores llevaba; sus vestiduras las elaboraba gente especializada en tales menesteres, cuyo oficio era vigilado con rigor y adquirido no al azar de la habilidad del individuo, sino mediante el estudio en las salas del Calmécac. Orfebres, lapidarios, tejedores, plumarios o amantecas, pintores, todos aprendían las técnicas de su oficio con todo cuidado, rigor y bajo la vigilancia de los maestros, quienes, a su vez., habían dedicado su vida al trabajo y a la enseñanza.

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Existe la creencia, generalizada hasta cierto grado, de que los padres enseñaban el oficio a sus hijos y así se transmitía por generaciones. Sin embargo, Sahagún, Durán y Motolinía, así como Torquemada, aportan indicaciones veladas de que no ocurría así, aunque esta información sólo ha sido estudiada con cuidado, por el autor del presente trabajo. 1 Aunque dichos historiadores señalan que los oficios se transmitían de "padres a hijos", por razones ignotas no aclararon este asunto de vital importancia para comprender mejor el porqué y el cómo de la vida indígena.

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Dentro del aprendizaje de lo religioso estaba la comprensión de las imágenes, es decir, de la representación de las figuras divinas. Cada una de las cuales-al menos en lo que ahora se conoce por medio de os códices, las esculturas, los murales, la cerámica-poseía una iconografía muy compleja por la infinidad de detalles de que estaba compuesta. Estos pormenores tenían cada uno su razón de ser, su significado particular, y se distinguían por su diseño y sus colores. Basta observar algunas de las imágenes de los dioses prehispánicos para comprender que quien realizaba una, era porque conocía el significado profundo de cada fragmento ornamental, el cual no podía colocarse al azar, so pena de sufrir un castigo. Era tal rigor a que estaban sometidos los alumnos y los oficiantes que, incluso en los bailes ofrecidos a las deidades, nadie debía equivocarse en el paso y el ritmo, porque la pena era la muerte. El detalle podrá parecernos ahora nimio o absurdo, mas para ellos era obligatorio. Lo mismo ocurría con quienes se embriagaban. 3

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La aptitud, la capacidad de representación fueron claramente encauzadas en el seno de las escuelas del Calmécac, pero sólo para quienes habían consagrado su vida al servicio religioso. Fray Diego Durán indica con certeza cómo examinaban al joven que deseaba ingresar al servicio religioso.

Si lo ameritaba, era enviado a la escuela correspondiente para avanzar en sus estudios. Refiere que

había casas diferentes, unas de muchachos de a ocho y nueve años, y otras de mancebos ya de diez y ocho y veinte años, a donde, los unos y los otros, tenían ayos, maestros y prelados que les enseñaban y ejercitaban en todo género de artes, militares, eclesiásticas, y mecánicas, y de astrología por el conocimiento de las estrellas. De todo lo cual tenían grandes y hermosos libros de pinturas y caracteres de todas estas artes, por donde les enseñaban. Tenían también los libros de su ley y de doctrina, a su modo, por donde les enseñaban, de donde hasta que doctos y hábiles no los dejasen salir, sino ya hombres. 6

Más certero no puede ser el cronista. En los Calmécac aprendían un oficio, aparte de todas las materias necesarias para el camino que habían escogido, según su vocación, o al que se les había destinado.

El ejemplo de la producción del pigmento azul maya es bastante ilustrativo en lo referente a que solo hombres educados y preparados pudieron aprovechar un hecho fortuito o producto de la investigación y elaborar un material extraordinario.



De Bonampak al Templo Mayor
Pagina del Pigmento Azul Maya por Constantino Reyes-Valerio